Opinión: La comunidad católica de Cuba se se manifiesta contra la represión. Necesita nuestro apoyo.

Este articulo de opinión, escrito por Teo Babun, CEO y Presidente de OAA, fue publicado originalmente en inglés en el periódico Miami Herald el 26 de mayo de 2021.

Como en la mayoría de los otros lugares del mundo, el clero católico en Cuba suele estar ocupado presidiendo rituales y prácticas e instruyendo a los seguidores en la fe. Los párrocos celebran la misa diaria, escuchan confesiones todas las semanas, visitan a los enfermos en hospitales y hogares de ancianos y ofrecen dirección espiritual. Las monjas sirven a su comunidad principalmente ayudando a los pobres, enseñando después de la escuela y brindando atención médica. Comprometidos con una vida de fe, pobreza y castidad, casi nunca se involucran en el diálogo político o económico de la nación.

Pero hace un par de semanas sucedió algo inusual. Dieciocho órdenes católicas que trabajan en Cuba publicaron una carta abierta a las autoridades gubernamentales denunciando la falta de libertad de expresión y la precariedad económica a la que está sometida la población de la Isla. No es casualidad que la carta circulara solo días después de que un grupo de sacerdotes católicos y ministros laicos publicaran un video en las redes sociales exigiendo cambios y expresando su apoyo a un grupo de disidentes que se declararon en huelga de hambre para llamar la atención sobre las prácticas represivas y brutales del gobierno cubano.

Parece haber un impulso de mensajes del clero católico. Por ejemplo, en enero, un grupo católico virtual llamado “Areópago Cubano” también publicó su propia carta abierta titulada “He visto la aflicción de mi pueblo”, que detalla el sufrimiento que vive el pueblo cubano y pide un cambio político. Hasta la fecha, más de 1,000 personas que representan una variedad de religiones y sectores en Cuba han firmado la carta.

La carta de Areópago, elaborada por unos 20 jóvenes sacerdotes de la provincia de Camagüey, en el centro norte de la Isla, afirma que en Cuba “la gente tiene que aprender a vivir en un ‘desierto de libertades’ donde debe elegir entre la libertad y las comodidades de la vida”. Por más apasionadas y contundentes que sean las cartas y declaraciones de los sacerdotes, su tono es siempre respetuoso y marcado por el amor a la patria. En un caso, por ejemplo, los autores escriben que “contemplan la realidad de la Isla con inmenso amor, como un hijo hace con su madre”.

Los trabajadores religiosos como estos sacerdotes y monjas tienen el pulso de la gente y las comunidades locales. Una gran mayoría de cubanos profesan una fe religiosa y hasta el 70 por ciento se identifica con una iglesia específica. A pesar de los numerosos y formidables obstáculos impuestos por el gobierno, las redes de iglesias ofrecen las plataformas para la sociedad civil más grandes y viables para apoyar el desarrollo y los esfuerzos de ayuda humanitaria.

El Departamento de Estado de EE. UU. está de acuerdo con el mensaje de estos líderes católicos. Su informe del 2020 sobre la Libertad Religiosa Internacional, publicado el 12 de mayo, establece que “los líderes de la Iglesia católica y protestante, tanto dentro como fuera del Consejo de Iglesias Cubanas (CCC), reconocido por el gobierno, continuaron informando visitas frecuentes de agentes de seguridad del estado y funcionarios del Partido Comunista de Cuba con el fin de intimidarlos y recordarles que estaban bajo estrecha vigilancia”. El informe agrega que los cristianos cubanos tienen prohibido establecer escuelas, crear periódicos independientes, o difundir su mensaje a través de los medios de comunicación. El diciembre pasado, el Secretario de Estado volvió a colocar a Cuba en la Lista de Vigilancia Especial para países cuyos gobiernos cometen o toleran graves violaciones de la libertad religiosa.

Recientemente, la televisión y los blogueros cubanos están tratando de desacreditar a los mensajeros religiosos difundiendo sus nombres e insinuando conductas sexuales y de otro tipo. También los han calumniado llamándolos mercenarios y terroristas. La organización que dirijo, Outreach Aid to the Americas (OAA), y otras, han instado a las autoridades a tratar a los defensores religiosos con dignidad y respeto.

No hay duda de que los ataques del régimen nacen de su incapacidad para controlar a sus críticos o para refutar las críticas a las sombrías realidades de la Isla, algo que está claro para cualquier observador honesto de la realidad. Fundamentalmente, se trata de un gobierno cuya determinación a aferrarse al poder le impide tener un diálogo constructivo con sus ciudadanos.

En OAA abogamos por la libertad de pensamiento, conciencia, y religión o creencias como un derecho humano esencial sin el cual no puede haber un espacio cívico saludable. Ha llegado el momento de que el gobierno cubano permita a la comunidad de fe la libertad de ejercer su llamado para aliviar el sufrimiento y salvar vidas.

Además, cuando las comunidades religiosas en Cuba enfrentan violaciones a la libertad de religión o creencias, a menudo también se ven restringidos otros derechos fundamentales, como la libertad de expresión, asociación, reunión y circulación, y el derecho a la no discriminación. Al negar estos derechos, el gobierno cubano está asfixiando a la naciente sociedad civil del país, cuya belleza, creatividad e iniciativa nos muestran lo que una Cuba verdaderamente libre puede alcanzar.

Las monjas, sacerdotes, pastores y otros líderes religiosos de Cuba son voces respetadas en la comunidad y actúan cada vez más como valientes defensores de los derechos humanos que dicen la verdad ante el poder. Estados Unidos debe trabajar con las partes interesadas internacionales y regionales para generar presión externa y, al mismo tiempo, fomentar las condiciones internas que permitan y protejan el espacio cívico y los defensores de los derechos humanos, incluidos los actores religiosos, a través de un marco que vincule el espacio cívico con aspectos clave del derecho a libertad de religión y creencias.